
ANTONIO ARANDA LOMEÑA:
'REDESCUBRIR LA ALEGRÍA DE CREER'
Entrevista con un experto en el Sínodo de la Nueva Evangelización
Por Nieves San Martín
NAVARRA, jueves
4 octubre 2011 (ZENIT.org).- Entre los
expertos nombrados por Benedicto XVI para asistir al próximo Sínodo de la Nueva
Evangelización, del 7 al 28 de octubre en Roma, se encuentra el profesor
Antonio Aranda Lomeña, de la Universidad de Navarra, España. Especialista en
teología dogmática, ha cultivado preferentemente la teología trinitaria, la
cristología y la antropología teológica.
En
una entrevista exclusiva concedida a ZENIT, el profesor Antonio Aranda Lomeña
explica en qué consiste el próximo Sínodo sobre la Nueva Evangelización, cuáles
son los motivos para que haya sido convocado y por qué es necesaria una
pastoral de “autoevangelización” en zonas descristianizadas que se convierten
en “territorio de misión”.
Así mismo,
refiere cuál es la tarea fundamental de un experto en el Sínodo y los frutos
que espera de esta convocatoria de Benedicto XVI. Uno de ellos, tal como dijera
Benedicto XVI en la carta apostólica Porta
Fidei: "Redescubrir la alegría de creer".
Antonio Aranda
Lomeña nació en Córdoba, en 1942; Es sacerdote de la Prelatura de la Santa Cruz
y Opus Dei, desde 1971; es licenciado en Matemáticas; doctor en Teología;
profesor ordinario de Teología Dogmática; miembro correspondiente de la Real
Academia de Doctores, del Consejo directivo de la Sociedad Mariológica
Española, y del Comité Científico y del Comité Asesor del Instituto Histórico
Josemaría Escrivá; ha sido decano de la Facultad de Teología de la Pontificia
Universidad de la Santa Cruz en Roma, 1994-1998, así como director de las
revistasScripta Theologica (1989-1993)
y Annales Theologici (1995-1998).
Cuenta con
numerosas publicaciones, las últimas analizan temas específicos del magisterio
de Juan Pablo II, el pensamiento de san Josemaría Escrivá, la teología al
servicio de la Iglesia como un don de la verdad, o una relectura de la doctrina
antropológica paulina. Actualmente imparte los siguientes cursos en la Facultad
de Teología de la Universidad de Navarra: “Teología de la santidad”, “Teología
de la 'imago Dei'”, “El tratado sobre La Trinidad en la teología católica
contemporánea”.
¿Por qué se
habla tanto en la Iglesia de una "nueva evangelización"? ¿Qué se
quiere indicar con esa expresión?
--Prof. Aranda
Lomeña:
Es una pregunta importante, que no puede contestarse brevemente. Permítame que
me extienda, remitiéndome también a la enseñanza del Papa actual y de sus
inmediatos predecesores.
Después de
veinte siglos de anuncio ininterrumpido del Evangelio y de intenso protagonismo
del cristianismo en todo el mundo, se ha planteado en la Iglesia la necesidad
de llevar a cabo una 'nueva evangelización', cuyos primeros destinatarios son
los ciudadanos y las sociedades de algunos países occidentales de antigua raíz
cristiana. Iglesias particulares, eficaces portadoras del mensaje evangélico
por todo el mundo durante siglos, se ven convertidas hoy en “zona de misión” en
virtud del crecido grado de descristianización en que se desenvuelve la
existencia de muchos de los bautizados. De evangelizadoras han pasado a verse,
en cierto modo, como altamente deficitarias de evangelización y obligadas en
realidad a promover una pastoral de “autoevangelización”.
Como ha escrito
Benedicto XVI: “El siervo de Dios Pablo VI observaba con clarividencia que el
compromiso de la evangelización ‘se está volviendo cada vez más necesario, a
causa de las situaciones de descristianización frecuentes en nuestros días,
para gran número de personas que recibieron el bautismo, pero viven al margen
de toda vida cristiana; para las gentes sencillas que tienen una cierta fe,
pero conocen poco los fundamentos de la misma; para los intelectuales que
sienten necesidad de conocer a Jesucristo bajo una luz distinta de la enseñanza
que recibieron en su infancia, y para otros muchos’ (Pablo VI, Ex. ap. Evangelii nuntiandi, n. 52).
Y, con el pensamiento dirigido a los que se han alejado de la fe, añadía que la
acción evangelizadora de la Iglesia ‘debe buscar constantemente los medios y el
lenguaje adecuados para proponerles o volverles a proponer la revelación de
Dios y la fe en Jesucristo’ (ibidem, n. 56). El beato Juan Pablo II
puso esta ardua tarea como uno de los ejes de su vasto magisterio, sintetizando
en el concepto de ‘nueva evangelización’, que él profundizó sistemáticamente en
numerosas intervenciones, la tarea que espera a la Iglesia hoy, especialmente
en las regiones de antigua cristianización. Una tarea que, aunque concierne
directamente a su modo de relacionarse con el exterior, presupone, primero de
todo, una constante renovación en su seno, un continuo pasar, por decirlo así,
de evangelizada a evangelizadora” (Benedicto XVI, Carta ap. Ubicumque et semper).
Como señalaba
Juan Pablo II en Christifideles
laici, n. 34, y de manera semejante en otros muchos pasajes de su
magisterio: “Enteros países y naciones, en los que en un tiempo la religión y
la vida cristiana fueron florecientes y capaces de dar origen a comunidades de
fe viva y operativa, están ahora sometidos a dura prueba e incluso alguna que
otra vez son radicalmente transformados por el continuo difundirse del
indiferentismo, del laicismo y del ateísmo. (…) Sólo una nueva evangelización
puede asegurar el crecimiento de una fe límpida y profunda, capaz de hacer de
estas tradiciones una fuerza de auténtica libertad. Ciertamente urge en todas
partes rehacer el entramado cristiano de la sociedad humana. Pero la condición
es que se rehaga la trabazón
cristiana de las mismas comunidades eclesiales que viven en estos países o naciones”.
En ese sentido,
Benedicto XVI, haciéndose cargo de la preocupación de sus venerados
predecesores, ha señalado: “Considero oportuno dar respuestas adecuadas para
que toda la Iglesia, dejándose regenerar por la fuerza del Espíritu Santo, se
presente al mundo contemporáneo con un impulso misionero capaz de promover una
nueva evangelización. Esta se refiere sobre todo a las Iglesias de antigua
fundación, que viven realidades bastante diferenciadas, a las que corresponden
necesidades distintas, que esperan impulsos de evangelización diferentes”
(Carta ap. Ubicumque et
semper).
Es decir, la
nueva evangelización es hoy necesaria no sólo porque, después de dos mil años,
gran parte de la familia humana aún no reconoce a Cristo, sino también porque
la situación en que la Iglesia y el mundo se encuentran plantea particulares
desafíos a la fe religiosa y a las verdades morales que derivan de ella. Puesto
que apremia construir en todas partes el entramado cristiano de la sociedad,
urge también renovarlo donde sea preciso invitando a los bautizados a
redescubrir el contenido y el significado de su propia identidad como personas
cristianas y como Iglesia.
Usted asiste
como experto al Sínodo. ¿Cuál será su tarea fundamental a diferencia de la de
los Padres sinodales o los auditores?
--Prof. Aranda
Lomeña:
Los expertos tienen como función la de ayudar al Secretario Especial del Sínodo
en aquellas tareas que, de acuerdo con sus conocimientos y capacitación, les
sean requeridas.
Hay quien ha
expresado su escepticismo ante este tipo de convocatorias en Roma, abogando más
bien por sínodos continentales. ¿Qué piensa de ello?
--Prof. Aranda
Lomeña:
En realidad, no sabría qué decir acerca de un tal escepticismo, que me parece
infundado. El Sínodo, que es un órgano consultivo al servicio del ministerio
universal del Romano Pontífice, es convocado por el Papa y, como es lógico, reunido
oportunamente junto a él en Roma. En un documento de conocimiento público, como
es el Reglamento del Sínodo de los Obispos, se indica con precisión la
tipología de las asambleas sinodales (cfr. cap. III, art. 4), distinguiendo –lo
digo sucintamente– entre asambleas generales ordinarias (o extraordinarias),
"cuando la materia a tratar, por su naturaleza e importancia, en relación
al bien de la Iglesia universal, parece requerir la doctrina, la prudencia y el
parecer de todo el Episcopado católico"; o asambleas especiales,
"cuando la materia de mayor importancia se refiera al bien de la Iglesia,
en relación a una o más regiones particulares". No es infrecuente que,
tras una asamblea especial del Sínodo, el propio Santo Padre acuda a la región
respectiva para entregar su Exhortación apostólica postsinodal.
¿Qué frutos
espera de esta convocatoria de Benedicto XVI?
--Prof. Aranda
Lomeña:
Algo ya he señalado al respecto en la respuesta a la primera pregunta, pero
podemos añadir algo más. Uno de los grandes retos a los que se enfrenta hoy la
tarea evangelizadora de la Iglesia consiste en reavivar en los fieles
cristianos el sentido de su vocación bautismal, es decir, el reto de formarles
bien y propagar entre todos ellos la llamada a la santidad y al apostolado.
“Hoy es necesario –ha escrito Benedicto XVI– un compromiso eclesial más
convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de
creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe” (Carta ap. Porta Fidei, n. 7). Ese es un
punto importante, en el que fijar la atención, junto con otros de carácter
teológico y pastoral. La convocatoria del presente Sínodo es un signo elocuente
de que estamos en el tiempo oportuno para ahondar, de modo ordenado y
sistemático –contando con la ayuda del Espíritu Santo–, en el significado, los
presupuestos, las etapas y los modos de proceder de cara a la nueva
evangelización.
Puede hablarnos
de por dónde va ahora su actividad investigadora en el amplio campo de la
teología?
--Prof. Aranda
Lomeña:
Yo he dedicado muchos años a trabajar, de manera principal, en el campo de la
teología dogmática, prestando atención en especial a la reflexión trinitaria, a
la cristología y a la antropología teológica. En estos últimos años, por
razones diversas, tanto de carácter docente como de dirección de trabajos de
investigación, me vengo ocupando también de la teología de la identidad
cristiana, así como, en relación con ella, y siempre desde los fundamentos
dogmáticos antes señalados, de algunos aspectos de la acción evangelizadora de
la Iglesia.