
A continuación, el
discurso que Cafarra leyó en la capital de Italia:
“Permanecer en la verdad
de Cristo”
Angelicum de Roma, 30
septiembre 2015
Quisiera hacer algunas reflexiones de carácter teológico-moral,
inspirándome en el Instrumentum Laboris por la Asamblea
Ordinaria del Sínodo de los Obispos.
1. La Posmodernidad desafía la Iglesia
Comienzo con una pregunta, ¿Cuál es el principal reto que el mundo
occidental de hoy, lanza a la Iglesia católica con relación al matrimonio y a
la familia? Me parece que solo podré expresarme, dentro de los siguientes
términos: El matrimonio y la familia son constituciones puramente
convencionales, de las cuales también se puede prescindir.
Este reto es el resultado de un largo proceso “de-construcción”, al final del cual
todavía encontramos todas las piezas del edificio, pero sin el edificio. Me
explico. Si se quiere destruir un edificio, hay dos formas de hacerlo:
Destruirlo con una explosión, o desmontarlo pieza a pieza. La forma que escoge
el matrimonio, es la segunda. Tenemos todas las categorías que lo definen
(paternidad, maternidad…), pero se utilizan para construir matrimonios y
familias, que son alternativas a la comprensión de la misma.
El matrimonio homosexual es la expresión más clara del reto del que estoy
hablando, tomando la forma institucional (La sentencia de la Suprema Corte
Federal EEUU, del 26 de junio). Es como si el mundo occidental retara a la
Iglesia diciéndole: “¿Ves?, he construido un matrimonio que no tiene nada que
ver con tu matrimonio”.
Existen otros retos que afectan a la Iglesia. Por ejemplo, no practicar la
propuesta cristiana del matrimonio, la secularización de la misma introducción,
en los ordenamientos del matrimonio civil, el cual es totalmente contrario
al matrimonio natural. Nunca se había visto un desafío tan
radical.
Es absolutamente necesario que los pastores se pregunten sobre las causas
de este acontecimiento. No es el momento de que haga un análisis preciso del
proceso causal, que ha traído a la cultura occidental a esta situación.
Se trata de un proceso que no está formado por hechos individuales inconexos.
Pero permítanme presentarles una hipótesis sobre el hecho espiritual que dio
origen al proceso: la persona humana ha roto la relación y el
contacto con el “principio” y el “origen”.
La parábola del hijo pródigo nos ayuda a entenderlo, él deja la casa de su
padre, y progresivamente, se va encontrando en condiciones pésimas, incluso
tiene que robarle la comida a los cerdos. Se trata de la más clara narración de
lo que he llamado “la rotura de la relación con el origen y el principio”.
Cuando a Jesús se le preguntó acerca de las causas que justifican el divorcio,
hizo una mirada al matrimonio en el pensamiento de Dios creador, que está
inscrito en la naturaleza de la persona humana.
Rompiendo con el origen, el hombre y la mujer se encuentran frente al
matrimonio, pero son incapaces de verse dentro de una verdad y un “bien donado”. La consecuencia lógica
de este fracaso, lleva a pensar que la institución del matrimonio podía
ser “manipulada” según su medida. Me explico.
En la Sagrada Escritura, se habla al menos tres veces del “principio”. Al
inicio del libro sagrado: “En el principio, Dios creó el cielo y la tierra”
(Gen 1, 1). Existe después una página maravillosa del libro de los Proverbios
donde dice: “El Señor me ha creado al inicio de su vida, antes que el resto”.
El hombre se creó desde el principio, antes que la tierra. El cuarto Evangelio
comienza de la manera siguiente: “El principio fue el Verbo”.
Tras la comparación de estos tres textos, llegamos a una conclusión: todo
lo que existe posee una inteligibilidad intrínseca que se mide con la palabra
sabiduría. Ahora, lo que constituye la originalidad del hombre, ser único en el
universo, es que es un participante en la luz del Evangelio. Esta participación
a la luz divina del Verbo, es llamada por la mente del padre, el intelecto (que
no es la razón), la chispa de Dios en el hombre. Esto tiene su origen en su
morada, en la patria de su identidad a través de la participación a la luz de
la palabra. Por lo tanto, existe algo más precioso en el hombre que su
intelecto.
Rompiendo con esta relación original y originaria de la Palabra, no puede
existir una verdad que no sea reducible a las opiniones y prospectivas
individuales, las cuales no pueden juzgadas por cualquier criterio común.
Nietzsche vio claramente, que negando a Dios, el concepto de verdad se
quedaba obsoleto. El concepto de una verdad del matrimonio: la
distinción entre el verdadero matrimonio (entre el hombre y la mujer) y el
matrimonio falso (el matrimonio entre homosexuales), algo que se vuelve impensable.
La separación del origen, del Principio, es la “mentira principal”. (St.
Grygiel), de la cual viene la mentira sobre el matrimonio y la familia, lo que
nos impide ver la verdad y la propia bondad.
Concluyo este primer punto de mi reflexión. He comenzado con
una pregunta acerca de los retos a los que se enfrenta la Iglesia en el
contexto del matrimonio y la familia. Mi respuesta, por lo tanto ha sido, que
el matrimonio y la familia ha sido cuestionado por el propio hombre, que ha
producido alternativas radicales a la propuesta original de la Iglesia, porque
se separa del Principio (abiit in
regionem longiquam: Lc 15,13). Algo que destaco, es lo que he llamado
“mentira primordial” porque es aquello que impide distinguir la verdadera vida
conyugal, la verdadera paternidad y maternidad, por el término falso del mismo.
2. Factores de extracción: Abbit in
regionem longiquam
Los factores que han construido este desafío son muchos, “intra-eclesiales”
y “extra- eclesiales”. Dado que este no es un acontecimiento cultural único,
sino que se trata de un proceso histórico, no es posible hacer una descripción
completa. Me limitaré a estos dos factores, que sin duda han favorecido a la
situación actual.
El primer factor sobre el que centramos nuestra atención es la progresiva
separación de la naturaleza sacramental del matrimonio, de su constitución
natural. Espero explicarme bien, ya que es un punto de importancia fundamental.
A pesar de que algunos teólogos (S. Roberto Bellamino y S. Lorenzo de
Brindisi, por ejemplo), y canonistas pensaran lo contrario, al final de la
teología del matrimonio desarrollado por G. Vesquez (1548-1604), terminó por
imponerse, incluso a nivel de manuales de teología moral.
Según Vesquez, la naturaleza sacramental del matrimonio consiste
exclusivamente en su capacidad para causar la gracia, porque los cónyugues
pueden observar las obligaciones matrimoniales. Cualquier otro aspecto del
signo sacramental, especialmente en orden al misterio Cristo- Iglesia, no tiene
ninguna relevancia, en orden a la configuración ontológica-teológica y jurídica
del matrimonio de los bautizados. No es más el principio arquitectónico y
hermenéutico.
Para hacer notar la fuerza destructora de esta visión, hago una breve
comparación con Tomás y Buenaventura. Mientras que para los grandes doctores,
el matrimonio natural ya es pre- figurativo de la unión, del misterio Cristo-
Iglesia, encuentra su plenitud en el sacramento del matrimonio, según la
querida dialéctica, da origen por lo tanto, a los padres: umbra- sacramentum- veritas. Para el teólogo de Alcalá, y después
de él muchos teólogos y canonistas, no hay diferencia entre el matrimonio
natural y el sacramento del matrimonio procesal. El carácter sacramental es una
cualidad “super-adicta”: el don de la
gracia para vivir el matrimonio es “jure
naturae”. Tendremos que esperar a que la Iglesia vuelva de nuevo al
enseñamiento tradicional, donde el matrimonio era considerado como el
“sacramento primordial”.
La indisolubilidad del matrimonio por Vesquez, es un hecho del derecho
natural exclusivamente. La exégis de Efesios 5, es muy interesante para
comprender su pensamiento. Rompiendo con una interpretación dividida únicamente
por lo exégetas de su tiempo, él piensa que la doctrina de San Pablo no implica
que el vínculo conyugal sea de orden sobrenatural del mismo. El teólogo de
Alcalá, admite por lo tanto, que existe una similitud entre el matrimonio y la
unión de Cristo con la Iglesia, pero niega que esto tenga una fuerza
transfigurante del vínculo en sí: lo deja en su propio ser sin participar en el
misterio.
Se ha negado la existencia de una res et sacramentum. Esta
consecuencia es también muy importante, incluso para los problemas actuales.
Efectivamente, se disminuye el sacramento del matrimonio al don de la gracia dada,
para observar una promesa: si se niega que hay una realidad sacramental que
persiste más allá del matrimonio, el problema de la legitimidad del matrimonio
de los divorciados vueltos a casar tienen soluciones simples. Se ha olvidado
una promesa: ahora nos arrepentimos de haberlo hecho. No queda nada del
“primer” matrimonio.
No se admite, o no se piensa que se debe lidiar con una realidad (el
vínculo conyugal) que continua siendo ontológico. La admisión de la
Eucaristía a los divorciados vueltos a casar, niega el hecho de la ontología
sacramental del matrimonio, y lógicamente reduce la indisolubilidad de una
ley moral.
El matrimonio ha sido erradicado del misterio Cirsto- Iglesia, el cual no
es más el principio constructivo del matrimonio en sí mismo. Por lo
tanto, se separa del origen, se convierte en un negocio puramente
humano – juris naturalis– se decía, al cual en el caso de
los cristianos, se añade la gracia. El camino al exilio del matrimonio,
ya se ha abierto.
Permítanme decir algo sobre el segundo factor catalizador del proceso, que
a través del cual la cultura occidental de hoy en día, desafía a la Iglesia. Se
trata de un factor que se entrelaza histórica y teóricamente al primero. Como
ya he dicho, si el Misterio de la unión entre Cristo-Iglesia no forma el
matrimonio, es inevitable que la indisolubilidad sea pensada como una
ley. Y es en este nivel donde entra en acción el segundo factor. Lo describiría
brevemente del siguiente modo: la progresiva separación de la ley y de
la verdad sobre el bien. Es un proceso que los historiadores de la
teología moral y la ley han estudiado durante mucho tiempo. Por lo que ahora
podemos beneficiarnos de los resultados obtenidos a partir de estas
investigaciones históricas.
Ha habido una gradual transformación semántica de “jus”, en el
sentido de “justum quod est” (la verdad sobre el bien). Por lo que jus significa
“jussum quod est” (el derecho/ley como un ejercicio del poder de Dios, o
Principe , o de la soberanidad del pueblo).
Pero una semántica de tal transformación, ha tenido que hacerse con un dato
original que parecía y parece oponerse, la libertad. Mientras que en la gran
especulación cristiana, a la luz de San Pablo, el conflicto entre libertad y
ley era coyuntural, debido a la concupiscencia (Agustín, Tomás Gregorio de
Nissa), en el proceso que estamos estudiando, es estructural: la libertad y la
ley son dos magnitudes inversamente proporcionales. La ley es un dato “externis
data”. Se creía que el paradigma más apropiado para pensar en esta estructura antropológica,
era la corte. Hay dos contenidos, la ley y la libertad. Por último, está la
conciencia del individuo, que juzga en última instancia en qué medida debe
aplicarse la ley.
Un signo de esta mutación en la teología: San Alfonso inicia su tratado sobre
la conciencia, diciendo que es el más importante. Santo Tomas, sin embargo,
dedica a este tema solo tres artículos.
Probamos ahora a entrar en la institución matrimonial dentro de los dos
cónyugues. ¿Qué sucede? La indisolubilidad no es un don sacramental, un dato
ontológico (res e sacramentum), pero es principalmente una ley
sacramental. Posteriormente, se somete a un tratamiento judicial del que
estábamos hablando, algo que en ciertas circunstancias bien definidas, puede
alegar a la conciencia.
Otra consecuencia entra en la región de la incertidumbre cada vez más
radical: si el matrimonio es un evento puramente humano, ¿Quién decide
lo que es o no es?
Especialmente revelador es lo que ha sucedido y está sucediendo, es
el número 137 del Instrumentum Laboris: Un texto
que contiene errores desde todos los puntos de vista.
Resumo este segundo punto: El “desafío” que la posmodernidad lanza a
la Iglesia sobre el matrimonio y la familia, tiene sus raíces también en la
teología de la Iglesia: a.) El oscurecer de la naturaleza sacramental
permanente del estado matrimonial. b.) En la separación del bien y la verdad,
levantando la conciencia ante el tribunal supremo.
3. La posmodernidad desafía a la Iglesia
Antes de comenzar este tercer y último capítulo, quisiera hacer una
aclaración. En el párrafo anterior, no he sostenido que los dos factores
que he mencionado, son las causas de la situación actual. Ya que se podría
pensar que, al no haber hablado de la gran revolución antropológica, sea este
el fundamento real del que germinó el reto de la post-modernidad a la Iglesia
sobre el tema del matrimonio.
Pero no quisiera repetir lo que he estado escribiendo en los últimos años,
y también últimamente. Solamente quería decir que en el contexto del
matrimonio, la modernidad no ha encontrado una teología, un sujeto con el
que comparar, sin embargó existe un catalizador que ha ayudado; la
modernidad ha dado sus propios frutos matrimoniales. Por otra parte, los
procesos históricos son siempre complejos, y por lo tanto es muy difícil hacer
una autonomía.
Ahora el Sínodo es una gran oportunidad para una confrontación seria, con la robusta
posmodernidad, no en general, pero sobre una experiencia humana fundamental: el
matrimonio
3.1 La iglesia no dialoga en primer lugar con la ideología, sino que
lo hace con las personas de carne y hueso. Podemos decir que esta
es una actitud correcta de la Iglesia, dialogar con las personas antes que con
la ideología. Este Sínodo ha optado por poner su mirada en las personas
heridas. No podía ser de otra manera, visto el enseñamiento y la
conducta de Jesucristo.
Según esta elección, la bondad, la ternura y la paciencia deben ser
bienvenidas. La pregunta más fundamental es la: ¿Cómo curar esas
heridas? Jesús sintió compasión por lo enfermos, pero no se limitó a eso,
también los curó.
Y aquí nos planteamos algunas preguntas a las que es necesario responder
con claridad.
¿Cuáles son los criterios de evaluación para discernir la condición de
persona? Dado que existe una gran brecha entre las costumbres sociales y la
doctrina de la Iglesia, esta elabora criterios de discernimiento de la
sociología. Pero el triunfo de la sociología sobre la teología, marca la
derrota de la propuesta cristiana.
Afirmar que los criterios de discernimiento deben ser tomados de la
misericordia, es falso y peligroso. La misericordia denota una actitud
general, que mueve los diversos actos de sanación, que sin embargo, tienen su
propia consistencia dependiendo de la enfermedad. Me explico. La
caridad, cuya misericordia es una dimensión esencial, es “dar forma” de toda
virtud non essentialiter [la justicia no es la
caridad; la fe no es la caridad] pero efectiva en cuanto
a intención, dirige y alimenta el ejercicio de cada virtud [ver. 2.2,
Q.23, A.8, a 1um].
Por lo tanto los criterios de discernimiento, hay que buscarlos en la
propuesta cristiana del matrimonio.
El deber más urgente de la Iglesia de hoy, es proclamar el
Evangelio del matrimonio y de la familia y darle un nuevo impulso: me
gustaría ver algo bueno, como fruto del Sínodo, la promulgación de un Catecismo
papal del matrimonio y la familia, para toda la Iglesia.
Pero ¿Cuál es la verdadera naturaleza de la propuesta
cristiana? No es un ideal, pero es la búsqueda de la verdad del
matrimonio y la familia. No es una ley, es una gracia que viene dada
junto al sacramento.
3.2 La ideología, el “pensamiento del tiempo” no puede ser ignorada, ya que es la que
transmite “el virus”. Dispone de muchos y poderosos medios de
comunicación; No resulta raro si se transforma en “ángel de luz”.
El apóstol Pablo es muy claro: “No os conforméis con la mentalidad este
siglo, sino tranformaos mediante la renovación de vuestra mente” [Rm 12:
7]. La primera transformación en Cristo, el primer paso vital
hacia la apropiación del misterio de Cristo es la “renovación de la mente”. Algo
que no es posible sin un abandono total del “comportamiento del mundo.” Y
Pablo sabía bien cuál era la forma de pensar sobre el matrimonio en su tiempo.
De esta manera, el apóstol nos enseña que a menos que se produzca esta
conversión-renovación de la mente, no seremos capaces de discernir. La
ideología debe ser combatida a nivel del pensamiento. La
deslegitimación de un fuerte compromiso cultural dentro de los temas de la
familia y el matrimonio sería devastador para la pastoral de la Iglesia.
3.3 Por último, deseo llamar su atención sobre otro punto muy
importante. La “estrategia” para buscar el bien que está en la alternativa al
matrimonio, es lo que nos propone la postmodernidad, algo es teóricamente
errónea y sin sentido pastoral.
Aclaro que no estoy hablando de personas, sino de estados de vida, uniones
de hecho; El matrimonio civil (que se distingue cuidadosamente del
matrimonio natural), uniones homosexuales, etc.). Pueden ser buenas
personas, pero no están unido ante los ojos de Dios. Cada una de
estas personas, niega la misma naturaleza del matrimonio. Así que hablar
de un matrimonio verdadero, no es correcto.
Todo esto es propio de la ideología posmoderna: la opinión en lugar
de la verdad; la emoción en lugar del amor; y la libertad como una
mera posibilidad. La Iglesia está llamada a acoger con misericordia a
las personas, pero no la ideología.
Concluyo. La Iglesia también lanza al mundo su propio reto: Dios da al hombre
la capacidad de amar, con un amor que se basa en la mutua entrega. El reto
es: “El hombre y la mujer han recibido de Dios el don de la vida matrimonial,
que responde adecuadamente al deseo del corazón. “
¿Cómo se lanza este reto? Con aquellas parejas casadas que viven la
verdad del estado conyugal. Prius vida doctrina quam: la vida ducit
enim a scientiam veritatis [S. Thomas A., Súper
Evangelium Matthaei Sancti Lectura y. Marietti, N ° 458].
Opus dei, Vigo