Vigilia pascual 2018: homilía del Prelado
La noticia de la resurrección de Jesús nos ofrece una
nueva luz para nuestras vidas, dijo el prelado del Opus Dei en su homilía de la
Vigilia pascual.
Santa María de la Paz,
31 de marzo de 2018
Evangelio
(ciclo B): Mc 16,1-7
1. «Lumen Christi!»: esta proclamación que, por
tres veces, la Iglesia hace resonar en nuestros oídos al inicio de la Vigilia
Pascual, anuncia la verdad que nos llena de alegría. ¡La luz de Cristo se abre
paso entre las tinieblas del pecado y de la muerte! ¡Jesús ha resucitado! Es el
mensaje de gozo que, en esta noche santa, queremos volver a recibir.
Hemos procurado
vivir con intensidad el Triduo Pascual, contemplando la entrega plena de Jesús
por nosotros: desde la institución de la Eucaristía en la Última Cena, hasta la
muerte en la Cruz. El Evangelio de esta noche nos muestra, sin embargo, que la
oscuridad del Calvario no es la última palabra. Las santas mujeres, que
supieron acompañar al Señor en el momento de la Pasión, nos abren paso hacia la
luz de la Resurrección. Jesús premia el cariño que las impulsó a querer
embalsamar su cuerpo, y las convierte en las primeras portadoras de la alegría
de la Pascua.
2. Como a las santas mujeres, también a nosotros la
noticia de la resurrección de Jesús nos ofrece una nueva luz para nuestras
vidas. San Pablo recuerda a los Romanos, en el pasaje de la epístola que hemos
leído, que los cristianos nos unimos a la muerte del Señor «para que, así como
Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también
nosotros caminemos en una vida nueva» (Rm 6,4). La Pascua nos anuncia que no
estamos atados por nuestros pecados pasados, por el peso de nuestros errores
anteriores, por los límites que notamos en nuestra vida. Por eso, el Apóstol
vuelve a decir: «consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo
Jesús» (Rm 6,11).
En esta noche,
queremos responder a la invitación del Señor de caminar en una vida nueva.
Pero, ¿cuál es esta novedad a la que nos llama? En nosotros se podría insinuar
la tentación de pensar que todo lo que hemos vivido en estos días ha sido solo
pasajero: que dentro de poco volveremos a nuestras rutinas: el mismo trabajo,
las mismas personas, los mismos problemas. ¿No sería ingenuo pensar que, por el
simple hecho de celebrar unos cuantos ritos, haber rezado un poquito más,
cambiarán las circunstancias a nuestro alrededor?
¿En qué
consiste este sentido de novedad? En la luz de la fe –vivificada por la
caridad, sostenida por la esperanza–, que se proyecta en nuestra existencia. Lo
señala san Josemaría: Esa certeza que nos da la fe hace que miremos
lo que nos rodea con una luz nueva, y que, permaneciendo todo igual, advirtamos
que todo es distinto, porque todo es expresión del amor de Dios (Es
Cristo que pasa, 144). Sí, por la fe sabemos que Jesús está a nuestro lado
en la vida cotidiana, haciéndonos descubrir sus auténticas dimensiones. Y,
entonces, hacemos el mismo trabajo, pero con amor de Dios y espíritu de
servicio; vencemos la rutina en el trato con los demás y, con la creatividad
del cariño, encontramos nuevos detalles para hacer agradable su vida;
apreciamos la formación cristiana que recibimos y profundizamos en ella con
luces nuevas.
3. Después de anunciar a las santas mujeres la noticia
de la Resurrección de Jesús, el ángel añade: «Pero marchaos y decid a sus discípulos
y a Pedro que él va delante de vosotros a Galilea: allí le veréis, como os
dijo» (Mc 16,7). Los discípulos están llamados a volver a Galilea, al lugar
donde todo comenzó, a la tierra que diariamente recorrieron con el Maestro
durante los años de su predicación.
También a
nosotros se nos dirige la misma llamada: volver a nuestra Galilea, a nuestra
vida cotidiana, pero llevando a ella la luz y alegría de la Pascua. El Papa
Francisco lo recordó hace algunos años: «Volver a Galilea significa sobre todo volver
allí, a ese punto incandescente en que la gracia de Dios me tocó al comienzo
del camino. Con esta chispa puedo encender el fuego para el hoy, para cada día,
y llevar calor y luz a mis hermanos y hermanas» (Homilía en la Vigilia Pascual,
19-IV-2014).
Acojamos, por
tanto, esta invitación del Señor. Vivamos con alegría la Pascua de Jesús,
recibamos la luz que Él nos quiere dar y compartámosla en nuestro ambiente.
Como las santas mujeres, anunciemos con gozo la realidad de que Cristo vive.
Acudamos para esto a la intercesión de Nuestra Señora, cuyo rostro contemplamos
esta noche radiante de alegría por la Resurrección de su Hijo.
***
“Lumen Christi!” The light of the Risen Christ blazes a trail through the
shadows of sin and death! This is the joyful message that we want to receive
again tonight. The Gospel shows us that the darkness of Calvary is not the last
word. The holy women, who accompanied the Lord in the Passion, lead us toward
the light of the Resurrection.
Like them, we too receive the Resurrection of Jesus as a new light for our
lives. Saint Paul reminds us that we unite ourselves to the death of Jesus “so
that, just as Christ was raised from the dead for the glory of the Father, we
too might walk in the newness of life.” (Rm 6,11)
The Lord invites us to lead a new life. But what does this newness consist
of? In the light of the faith that, as Saint Josemaria explains, "makes us
look at everything around us in a new light and makes us aware that, while
everything remains the same, everything is different, because all of it is an
expression of God’s love" (Christ is passing by, 144).
After announcing to the holy women the news of the Resurrection of Jesus,
the angel adds: “Go and tell His disciples and Peter that He goes before you to
Galilee: there you will see Him, as He told you” (Mk 16,7). The same call is
also addressed to us: to go back to our Galilee, to our daily life, but
carrying to it the light and the joy of Easter. In order to do this, let us ask
for the help of Our Lady, whose face we contemplate tonight shining with joy at
the Resurrection of her Son.
Opus Dei, Vigo